Tras un paseo por Algeciras, mis suegros nos invitaron a comer. Recomendado por otros familiares fuimos a "El Palmito", sitio de solera (famoso por sus berenjenas rellenas, y albóndigas).
Al llegar nos gusto la cantidad de gente en el local. Al entrar un camarero nos pidió que aguardásemos unos minutos por una mesa libre. Pudimos contemplar la buena pinta de los postres caseros así como una amplia selección de cervezas de importación que atractivamente se exponían en unas neveras a la entrada del restaurante.
Al pasar hacia nuestra mesa no pude ignorar el hecho de que nos habían tenido esperando tontamente por una mesa cuando había tres libres, dos sucias, con platos apenas terminados de otros comensales. La que elegimos limpia, estaba arrinconada junto a cajas de picos de pan, refrescos y cerveza. Una vez sentados, al levantar la vista se contemplaba un almacén improvisado de cajas apiladas. A mi izquierda tenia mesas sucias llenas de platos con restos de comida, y a mi derecha la barra en la que se apiñaban desordenadamente más platos y vasos usados.
Tras entregarnos las cartas de menú, el camarero nos tomó la comanda de las bebidas. Al traérnoslas, muy graciosamente me suelta lo siguiente:
-Quieres un beso? HUY!!! Un vaso quise decir.
Esta pequeña broma que encontré totalmente fuera de lugar supuso una falta de respeto y profesionalidad increíble.(Aparte que se pudo haber llevado un guantazo de mi novio).
Tras mirar el extenso menú,elegimos:
1/2 Ración de patatas alioli, y media de dátiles con beicon que resultaron correctos.
Me pedí un pincho de cordero, sinceramente, no sabia a cordero, de hecho sospecho que era un pincho de cerdo normal y corriente....
Y tentada por la buena reputación de la especialidad de la casa, berenjenas rellenas, cometí el error de pedír una tapa:
Su aspecto repulsivo me echo para atrás, debajo de una tonelada de bechamel de bote industrial, se escondía una berenjena rellena de algo similar en textura a carne, no pude identificar el tipo. La berenjena sabia agria, lo que evidenció su falta de frescura. Para rematar el plato había sido torpemente recalentada en el microondas, como demostraba el hecho de que el calentamiento no era homogéneo (zonas semifrías apelmazadas y otras calientes) .
Mi novio y mi suegra se pidieron para compartir media ración de albóndigas, las cuales también nos habían recomendado...
El aspecto de estas no podía ser mas desgraciado, primero nos impactaron las patatas. No puedo decir fritas, porque no estaban fritas ni tampoco cocidas porque no estaban cocidas. En este estado de preparación indeterminado resultaban practicamente incomestibles, crudas por dentro y embebidas en aceite. Las albóndigas precocinadas colocadas en el cuenco de barro y guardadas en un recóndito lugar dentro de una nevera, para ser sacadas y masacradas en el microondas, al encargo del primer incauto.
Aquí quiero mencionar que tras casi una hora sentados tuvimos que reclamar las albóndigas a un camarero que se disponía por fin a recoger las mesas sucias con las que habíamos compartido la nefasta comida.
Mi suegro se pidió una ración de boquerones fritos, estaban correctos . Sin embargo, agazapado entre ellos hallé un trozo de algo digno de ser objeto de un reportaje de la National Geographic.
Decidimos que el restaurante no se merecía que nos gastásemos mas dinero en él, así que terminamos tomándonos el café y postre en casa.
La cuenta ascendió a 55€, precio totalmente desorbitado en relación a la calidad ofrecida.
No lo recomiendo y de seguro que no volveré.